DICCIONARIO DE MITOS Y LEYENDAS

Creencias populares y santos milagrosos

  CHIQUI

Dios de origen peruano adoptado en las regiones del noroeste argentino, y que se suele invocar con el objeto de que produzca lluvias en abundancia.

"Para el logro feliz de cualquier empresa -dice Adán Quiroga- el indio tenía que invocarle; si no, las cosas salían al revés de lo que se quería. Imposible era la vida de la tribu, en la aridez de la llanura, sin el sustento de la algarroba y el maíz, y había que implorar al Chiqui para que la cosecha fuera abundante. Las guerras, la sequía, los huracanes, las pestes, los temblores, Illapa cayendo con furia y desgajando al tacú (algarrobo) secular, todo era obra de ese Chiqui, demonio calchaquí, a causa del cual el hombre es desgraciado."

"El Chiqui -continúa Quiroga- es el padre de los sacrificios. No es concebible fiesta del Chiqui sin cabezas de animales. Estas cabezas, sin duda alguna, son la sustitución de las cabezas del hombre, que con sacrificios humanos se le aplacaba. Además, yo no tengo dudas de que los sacrificios de las tinajas o urnas funerarias tendrían que ver con el Chiqui."

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El Chiqui era una divinidad maléfica que castigaba en vida valiéndose de su poder sobre los fenómenos de la naturaleza, la lluvia y los terremotos. Su poder se manifestaba distribuyendo la humedad, los vientos y las sequías.

El Chiqui no tenía forma material, era verdaderamente un espíritu, un fantasma. Se le rendía culto en la época de los soles ardientes y campos resecos, eligiendo como tempo un algarrobo frondoso. El ceremonial con que se le propiciaba consta de varias partes:

Como actividad preliminar los hombres cazaban liebres, guanacos, pumas y aves exceptuando suris, las mujeres preparaban aloja y chicha, y los niños juntaban leña para el fuego.

La ceremonia propiamente dicha comenzaba con el acto solemne de encender el fuego y el sacrificio de los animales cazados cuyas cabezas se colgaban de ramas del tacú, juntamente con las huahuas de harina de maíz preparadas por las mujeres.

Luego el sacerdote realizaba las invocaciones al pié del árbol, acompañado del cacique y los ancianos de la tribu. A su alrededor, los guerreros, mujeres y niños en círculos separados y homogéneos, bailaban y entonaban cantos.

Después se efectuaban juegos de agilidad y destreza, luchas y bailes guerreros, carreras y tiros de flecha y danzas tradicionales, repartiendose como premios las cabezas de los animales czados y las huahuas de harina.

La cuarta y última parte era la danza y comida general de los asistentes, con distracciones a voluntad

Fuente: Museo Folklórico de La Rioja

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Última modificación de esta página 17-10-2020.

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