DICCIONARIO DE MITOS Y LEYENDAS

Creencias populares y santos milagrosos

 Carú Ñe

La Centinela

…¿Por qué “la “  y no “el”?
- Porque es una mujer….

Rasgo dominante en una época en que las soluciones se imponían, nunca se buscaban. La pampa no se entregaba a cuestionamientos ni a individualización de sexo. Ni el indio ni el gaucho median circunstancias, ni tan siquiera, tratándose del amor. El medio ambiente en que se vivía en 1878 sellaba con rigor la existencia sin claudicaciones y a todo lo envolvía en su bárbaro contenido.

Carú Ñé, era india ranquel de inigualable belleza. Sus grandes ojos verdes decían ya, de la selección natural que hacía el amor cuando le venían las ganas. Cautivas blancas entre el ranquel. También blancos renegados entre la indiada. ¿Y que?. ¡Quién margina la razón de crecer como nación? ¿Qué cañones podrían regir a la pampa bárbara que no fueran las de sus propias exigencias? Y, siempre clamor, componiendo cosas, personas, razas… Desgraciados los países que lo atajaron.

Decilo Contreras, no había sido un renegado, había sido un prisionero del cacique Pincén, en una de sus tantas correrías. A los diez años pintones lo habían alzado junto con su madre en un malón. Se hizo hombre entre los indios, y el premio por el que se le respetó la vida fue una “loncoteada”, con uno de los numerosos hijos del cacique de su edad. El valor indómito y la rabia de su prisión, hizo que aquella diversión para el indio, le diera la oportunidad de basurearlo, Se gano la vida y el respeto, pero cautivo… Se le hizo dura y áspero por las costumbre del indio y por sus irrenunciables ansias de libertad. Carú Ñé, con su amistad, le endulzó la amargura. Crecieron juntos y planearon juntos la huida, y ni de dieron cuenta de los quince años que sumaron sus esperanzas; pero se hizo y una noche… La indiada había estado de fiesta. Esto dentro de sus cánticos y bailes, siempre terminaba en borrachera. Fue la elegida. Había dejado dos caballos desde hacia tres días pastando a una legua de la toldería. La caminaron ansiosos y, cuando montaron, con viento a favor, nadie, ni siquiera el indio, pudo presentirlos. Se entregaron a la noche y a sus pensamientos, y los quince años de cautiverio manso de Decilo, fueron la seguridad que los engañó,  pero… sabían que se la cobrarían. ¡Vaya si lo sabían! Ajuste sin acuerdo. Era así: ley sin alternativa.

Cuando, después de cinco días sin pausa, siempre hacia el naciente, muertos de hambre, los cercaron los soldados de Roca, Decilo tuvo que desesperarse gritando que eran cristianos. Se bajo las ruinosas bombachas y les mostró las verijas… Lucían blancas en el resto como corona….

- ¿Y ésa? ¿Qué he ésa?

Acurrucadita contra Decilo, con ese fatalismo indio, esperaba el fallo.

- Ta conmigo hermano. Me ayudó a juir y e’mitá crehtiana. Miralo Carú Ñe, miralo…

En su cara sumida por las penurias, se iluminaron sus hermosos ojos verdes. Habían absorbido su rostro.
Escena de entonces, en la inmensidad de la pampa, seca, sin movimiento: dos caballos flacos, con el cogote caído por el cansancio, mirando, - pareciera con misericordia – a los fugitivos que se confundían en el yuyage seco, abrazados por la fiera protección de
Decilo, aún sin fuerzas,  y los cinco saldados montados, con sus lanzas y fusiles apuntando a sus barrigas…

Hace quince años que me trajeron prisionero hermano, - gritaba  Decilo, con una cara en la que los ojos transmitían su tragedia en medio de una constelación de pelos- y soy Decilo Contrerah del fuerte Federación. Me agarraron en La Picasa, con mamá. Toy del lao de uhtede… Soy crehtiano, y ella ta conmigo, hermano. Vamo a servir pa uhtede.
  
Así fue: los destinaron a “El Mirador”, que componían con “El Chañar”, “El Acha” y “Lavalle”, la línea de fortines, con el cabecera, - Fuerte Federación – la línea de avanzada contra el indio y Carú Ñé, los ojos por los que miraban la seguridad de los demás; pero ni sus ropas semirrotosas de chiripa, alpargatas y kepis con pañuelo rodeándole la cara, su fusil con bayoneta, podían disimular sus formas de mujer. Fueron el origen del bautismo inconsulto de La Centinela. La estancia fortificada no era para darse corte y parecía un insulto a la bravura de los ranqueles, con su construcción de adobe en dos partes: la de arriba con cuatro ventanucos a los cuatro puntos cardinales(origen del anterior nombre de El Mirador). La de abajo, unida por una primitiva escalera de madera, hacia la comandancia, depósito de pertrechos, fusiles, aperos, comestibles. Pared por medio: la cocina humosa, matera, lugar de decisiones de los cinco soldados con un sargento. Todo metido dentro de la circunvalación de una zanja de dos metros protegida por una empalizada unida con tientos. Cuatro ranchitos para los con familia y ¿Ya está!  ¿Desafío? Todo era desafío, hasta vivir…

Y entraron a pasar los años. Cada vez la frontera con el indio, se fue alejando mas de La Centinela. Ya Pichi Contreras tenía doce años expertos, de excelente físico y admirables condiciones humanas. Ya entonces, era capaz de tirar la bola y pegarle a un pato en la laguna y, a veces, hasta elegía el lugar en que le pegaría.

El Sargento Decilo Contreras, su padre, y jefe del lugar, era un personaje de consulta por su extraordinaria experiencia. Un producto fundamental de aquel medio, un “especialista” de carrera brutalmente brillante, ala que debió él  salvar muchas vidas, vidas que nunca supieron que subsistían por Decilo.. ¿Por qué será que estos hombrazos esconden tanta ternura? Se le escapaba de los ojos cuando acariciaba la cabeza de su hijo con sus manos nervudas con uñas como vasos. Soñaba con prolongarse en él.
Aquella tarde de horizonte rojo, la gente de La Centinela, se había combinado con los de El chañar y El Hacha, para una boleada de avestruces. El alejamiento del indio, por las campañas de Roca, traía posibilidades de trabajo y diversión. La boleada era la mas codiciada de las fiestas por la cantidad de personas que intervenían. En este caso, unos ochenta a cien, entre grandes y chicos. Con sus carretas y caballos, llevaban organización para varios días. Marcaban zonas de hasta veinte leguas de lado. Era un verdadero torneo de vaquía, en el que intervenían los fortineros y los mejores estancieros del pago y ¡que jinetes y que caballos!
Carú Ñe con su hijo, invariablemente se quedaban en La Centinela. Siempre había chasquis o viajeros que atender y casi por costumbre que había impuesto Decilo, ella y el hijo, formaban parte de una seguridad que solo él la sentía, También la transmitía.

Pero Pichi Contreras no estaba conforme, Nunca lo estaba con órdenes de ataduras.
-¡Pero mamá, entoavía que no me dejan dir con el tata, tengo e’ pisar mal! ¡Déjeme dar una gueltita con el zaino! ¿He mamá?
Y era una frenada a sus impulsos. Su madre siempre tenía alguna razón cortita que lo desarmaba. Encontraba algún consuelo en la responsabilidad que le adjudicaba su padre como protector de su madre. ¡Que embromar con estas cosas de las razones, y en una tarde tan hermosa!

Carú Ñe, también se dejo  invadir por la tarde, calurosa, tranquila. Las tardes así, ¿serían producto de alguna meditación? ¿Cómo si no, estaba todo tan bien determinado y ubicado?, los pastos, las aves, el aire, el paisaje, los pensamientos--- El ser se deja invadir por el ambiente, es poseído, es… ¿será conducido también? ¡Son tantos y tan complejos los factores que intervienen! ¿Qué fue lo que indujo a Carú Ñe , a ir a bañarse a la laguna?
¿La tarde?
Sabía hacerlos con frecuencia con Decilo. Había un lugarcito rodeado de juncos que decilo lo llamaba “la palangana”, por la forma. Le disputaban la laguna a los patos con un poco de alharaca, y ya el agüita tibiecita la acariciaba la modorra y les permitía toda clase de juegos. Los metros que separaban el lugar  , de la estancia, y la intimidad que permitía el junco, hacían un refugio de placer incomparable. ¡Este Decilo! Siempre comenzaba empapándola antes de que se desnudase….
¡Que hombre!
¿Cuántos años pasaron juntos, cuantas cosas pasaron, cuantos?
Carú Ñe, por india y por mujer, adoraba a su hombre. Era un pedazo de él.
Carú Ñe, con el cuerpo desnudo, reflejándose en ondas movientes en el agua. Parecía repartir la notable belleza en franjas multicolores de aquella piel aceituna, firme, mórbida, con su cabello evolucionando con sus gráciles movimientos, cortinando sus formas… Ella pensaba en su  Decilo boleando avestruces y ganándole a todos ¡a todos! ¿Quién podía ganarle…?
Desaparecía de la superficie como un patito zambullidor, arqueaba su cuerpo como un mimbre, gozaba de aquel contacto. ¿ y su hijo? … El Dios que le había enseñado Decilo había sido muy bueno con ella. Una súbita preocupación le entró por él. ¡Era tan toro! Se zambulló por última vez hacia sus ropas. Sacó la cabeza emergiendo como un delfín, dejando que le corriera el agua por la cara., gozándola con los ojos cerrados. Cuando los abrió… estaba frente a los temibles y estáticos ojos de Mainquethruz, el indio gigantesco de su tribu, el que ella sabía que no perdonaría, el que tenía que vengar a su raza, el que supo esperar el momento… Carú Ñe se supo indefensa, perdida, sin posibilidades. Sus grandes ojos verdes lo enfrentaron serenos, altivos, con fatalismo. No habia nada que establecer ni intentar. Tampoco había que hablar. Mainquethruz tenía echado su caballo entre los juncos, a lo indio, y la fiera intención de degollarla si cualquier cosa suspendía el rapto. La tomó fuertemente de una mano, hizo parar su caballo, la hizo montar, lo hizo a su vez en anca, y taloneó…
Y Carú Ñe lo sintió en la nuca, seco como el estallido de un impacto en un cajón lleno de tierra y aquel férreo eslabón del brazo de Mainquethruz, se aflojó. El caballo indio, enseñado a lo indio, se paró. Mainquethruz se fue deslizando blandamente hasta dar con su enorme espalda, con suavidad , en el suelo. Sus brazos asparon un segundo y volcó la cabeza completamente destrozada.
El silencio se corto con un significado de divino contenido:

- ¡MAMA!

Ya los primeros ranchos y casas de los hoy es el pujante pueblo de Vedia, se esparcían como teclado salteado de un piano viejo….

 

Con la colaboración de Jose Luis Guida
Alfajores Carú Ñe
Venado Tuerto - Santa Fe

 

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Última modificación de esta página 17-10-2020.

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